La leyenda de la mano peluda debido a la picaresca mexicana se ha deformado hasta convertirse en un albur o una historia cómica, aunque su verdadera raíz no lo es tanto y hoy en El Tepitazo Blog, la vas a conocer.
Se trata de una leyenda mexicana con origen en la ciudad de Puebla allá por los 1900, en aquella época el negocio de los usureros estaba en boga, los llamados “Montepíos” eran una constante ya que como bien sabemos todos, es buen negocio, estos montepíos o casas de empeño eran administradas por usureros, entre los que destacaba un tal Señor Villa, también conocido como “Horta”.
Horta que no era un tipo muy agraciado encausó todos sus esfuerzos a llevar a su negocio al siguiente nivel, es decir; obtener la mayor cantidad de ganancias abusando de la necesidad de las personas que acudían a él por un préstamo dejando en prenda cualquier cosa de valor que tuvieran.
El señor Horta era una persona a la que le gustaba el dinero y la atención, tan es así que se paseaba por las calles de Puebla luciendo anillos de oro y piedras preciosas al igual que su esposa, a la que la gente llamaba “La Gangosa” que también era administradora de una casa de empeño.
La gente cuenta que Horta llevó una vida completamente egoísta, jamás se le vio ayudando a alguien o haciendo algo que no le reportara algún beneficio, por lo que pronto se hizo fama de malísima persona, al grado que la gente al pasar frente al local de su negocio decía en voz baja “¡Que Dios te seque la mano!”, que era lo que la gente consideraba un castigo justo para tan usurero sujeto.
La Leyenda de la Mano Peluda
Así transcurrieron algunos años hasta que llegó el día de su muerte, cuando lo estaban amortajando, se dieron cuenta de que la mano derecha en la que portaba aquellos suntuosos anillos de oro se había puesto negra, seca y le había crecido un vello poco natural, la mano se secó al grado que se desprendió del brazo con apenas un leve movimiento, el embalsamador de la ciudad no quiso saber nada al respecto y sencillamente la envolvió junto con el cuerpo, se santiguó y trató de olvidar el tema, según él “era el castigo que dios le había enviado por ser tan egoísta y abusador”.
Pero como México no hay dos y la noticia corrió, el embalsamador le contó a su esposa, ella a su vez le contó al párroco de su comunidad y luego en solo unos días la noticia de la mano peluda ya era del dominio público.
Luego de la muerte y entierro de Horta, el sepulturero del cementerio reportó haber visto una terrible mano negra vagando sola por los terrenos, lógicamente cuando el sepulturero contó su experiencia no faltó alguien que le señalara que en un cementerio podían haber tarántulas o animales con los que fácilmente se podría confundir una mano y más en la oscuridad de la noche, grande fue la sorpresa de todos cuando el sepulturero reportó un nuevo avistamiento pero esta vez había sido más de cerca y de acuerdo a su testimonio, la mano llevaba anillos de oro engarzados con gemas y diamantes…
Según el sepulturero, los primeros avistamientos habían sucedido entre las 12 y las 2 de la mañana, sin un horario en particular, aunque los últimos eran ya más entrada la madrugada, a las 3 o poco más.
Mucha gente relacionó esas visiones con la reciente muerte del usurero Horta, decían que ni en su muerte podía descansar la maldad del tipo, que quería seguir haciéndose de riquezas que no le pertenecían y todo pareció confirmare cuando en el lapso de una semana, aparecieron dos cadáveres con los ojos arrancados y extrañas marcas de asfixia en el cuello.
Se dice que la mano trepaba por el muro del cementerio e iba en busca de víctimas a las que atacaba saltándoles encima para después arrancarles los ojos y descender al cuello para por fin ahorcar a la víctima, una vez hacía esto, regresaba a la tumba para descansar junto a lo que una vez fue su cuerpo, cada noche repetía este ritual casi a la misma hora, las 3 de la mañana, la hora del diablo.
Por razones obvias nadie quería pasar por los alrededores del cementerio a altas horas de la noche, el pánico que desató la mano peluda fue tal, que no hubo sepulturero oficial y mucho menos guardias durante por lo menos 10 años, en el día la gente acudía a visitar a sus difuntos con miedo y nerviosismo y entrada la tarde el encargado cerraba las puertas, echaba una gruesa cadena y un candado para después irse rápidamente a su casa, olvidándose por completo del lugar.
Así pasaron los años hasta que los testimonios se hicieron historias y las historias se hicieron leyenda, aunque a día de hoy, todavía se pueden encontrar algunos testimonios de personas que han visto una mano peluda atravesando algún pastizal moviéndose como si fuera una tarántula gigantesca y deforme, o alguna persona que asegura haber sido jalada por una mano negra y peluda que se escondía debajo de su cama, así que cuidado cuando bajes los pies de la cama por la noche, no vaya a estar acechando la mano peluda.