Hace mucho tiempo, estaba yo sentado en la banqueta afuera de mi casa, tomando un refresco, cuando pasó un señor de muy avanzada edad, yo lo vi y pensé “ojalá la vida sea piadosa conmigo y me lleve antes de no poder ni caminar”, el señor pareció darse cuenta de que lo miraba con curiosidad porque al estar frente a mí me dijo: “Como te ves me vi y como me ves te verás”, a lo que yo respondí “ojalá que no, don, se ve re fregado”, el sonrió y se acercó más a donde yo me encontraba, le hice un lugar en “mi” banqueta y nos pusimos a platicar, de ahí nació una bonita amistad, que desgraciadamente no duró mucho tiempo, don Nacho se murió como a los dos meses de yo haberlo conocido, tal vez algún día les cuente alguna de sus historias porque era un viejo muy interesante, pero lo que hoy lo trae a éste, su blog favorito (de ustedes, no de él) fue una carta que don Nacho le escribió a su hijo.
Esa carta fue el único regalo que algún día don Nacho me legó, además de una figurita de porcelana de un beisbolista, que se me rompió hace casi diez años, no me había atrevido a abrir la carta porque sentía que estaba violando la privacidad de Nachito, haciendo algo indebido, hoy, por fin me animé y esto fue lo que encontré…
México DF, a 22 de Mayo de 1993.
Ahora que soy viejo, me miras con desesperación y piensas en cuántas cosas quisieras ir a hacer, antes que estar escuchando mis quejas, que si me duelen las rodillas, que si el clima me está matando, que si no puedo ir al baño o que si mi tos no te deja ver el partido.
Ya no recuerdas aquél día en que ardías en temperatura y me quedé a tu lado toda la noche, refrescándote la frente con un trapo húmedo y llorando en silencio porque me daba terror perderte, te veías tan enfermo que sentí pánico, aunque a la mañana siguiente ya estabas mejorado, lo noté porque lo primero que dijiste fue “tengo hambre” sin siquiera haber dicho “Hola papá” antes, aunque eso no me importó, fui el hombre más feliz del mundo por un momento, no sentí el cansancio ni la incomodidad de dormir sentado al lado de tu cama, bajé a la cocina, te hice un poco de leche con chocolate y te la llevé, ya estabas dormido, no quise despertarte y salí en silencio.
Tampoco recuerdas aquella vez que te caíste del árbol que está justo en la esquina de nuestra calle, pensamos que te habías matado; te levanté en mis brazos y te metí a la casa, te acosté en el sillón y le llamamos a una ambulancia, no tardó en venir, pero esos pocos minutos fueron para mí; una eternidad.
Ahora que soy viejo, lo recuerdo y sonrío.
¿Recuerdas cuando te llevé al estadio a ver el fútbol? No tengo memoria del marcador, pero nunca olvidaré tu sonrisa de satisfacción, te veías feliz y eso me hacía feliz a mí, hoy en día no eres capaz de sentarte conmigo frente al televisor a disfrutar de un partido cualquiera, a mi edad ya no me interesan los resultados, solo me interesa el estar contigo. Eso nunca cambió.
Recuerdo cuando tu primer novia te rompió el corazón, lloraste como nunca, quise consolarte pero me azotaste la puerta en la cara -querías estar solo- luego, cuando te calmaste un poco te expliqué muchas cosas, te dije que todos pasamos por eso y que ibas a estar bien, conseguí arrancarte una tímida sonrisa cuando hice el chiste que tanto te gusta: “¿Cuántos psicólogos se necesitan para cambiar un foco? Uno, el problema es que el foco quiera cambiar” eso tampoco lo olvidaré.
Ahora que soy viejo, pocas cosas me hacen gracia.
Recuerdo cuando me dijiste que te ibas a casar, estaba feliz por ti, lo sigo estando. Me dolió mucho tu partida, fue un dolor agridulce, porque sabía que había formado a un hombre de bien, con valores fuertes, honrado y responsable, eres pilar fundamental de una familia, me siento orgulloso de ti.
Recuerdo cuando tu madre y yo nos quedamos solos, estuvimos tan al pendiente de ti y tu hermano, que cuando nos encontramos frente a frente en la casa, éramos unos desconocidos, más de veinticinco años separados, durmiendo juntos; sí, pero sin hablar el uno del otro, sin conocer los gustos, las aficiones o la evolución natural que la edad nos da, al final, resulta que tu madre y yo nunca fuimos compatibles, pero cuando te veíamos, sonreíamos, ese es el lazo que nos mantenía juntos, ese amor que servía de catalizador para el amor de dos desconocidos, tú.
Ahora que soy viejo, no creo en el amor de pareja, el único amor real es entre los padres y sus hijos.
Recuerdo cuando fracasó tu proyecto, perdiste todo, estabas abatido y con muchos problemas, te ofrecí mi casa y la aceptaste, de nuevo la casa estaba llena de vida, gritos de niños, risas, voces y movimiento, fui muy feliz. A penas recuperaste lo perdido, saliste por la puerta, igual que siempre, para “no dar molestias”, nunca sabré en qué momento te hice tan orgulloso.
Recuerdo cuando tu madre nos dejó, me abrazaste y me dijiste “ten fuerza, papá”… y fue todo, ahora vivo solo, pegado al sillón y con la vista fija en el televisor, que nunca veo, solo lo prendo para escuchar las voces y algo de ruido en la casa.
Ahora que soy viejo, ya no le pongo atención a nada.
Te escuché hablando con tu esposa, piensan que me queda poco de vida, no sé por qué digan eso si yo me siento bien del cuerpo, lo que me hizo sentir mal, fue tu frialdad al hablar de mi vida, esa vida que te entregué para que fueras lo que eres, un ciudadano de bien, honesto y trabajador, tal parece que ya olvidaste que algún día te fui útil, que algún día fui yo el que te protegía de los “monstruos debajo de la cama” o que algún día fui yo el que te cuidó cuando enfermaste.
Te enseñé muchas cosas pero, nunca te enseñé a quererme.
Ahora que soy viejo, sé que sufrirás por eso, porque al igual que tú, yo no le puse la atención que necesitaba mi padre, no lo cuidé cuando estuvo enfermo, no lo llamé para escuchar su voz y traté de parecer fuerte cuando le llegaba la hora, aunque me estuviera desmoronando por dentro, lástima que eso lo comprendo, ahora que soy viejo.
Nota del redactor:
Don Nacho me entregó esa carta el día 2 de Abril de 1996 en la calle de Panaderos número 88, yo la abrí el 19 de Enero de 2016 en León Guanajuato; casi diez años después. Se omitieron los nombres de los involucrados para proteger su privacidad.
Ésta entrada se publica sin más afán que el de dar a conocer el contenido de la carta, cada uno de ustedes piense y decida ¿Qué carta le quiere dejar a sus hijos cuando sea viejo?
Pepe Sosa.