CRÓNICA, DOS IRRESPONSABLES, UNA VÍCTIMA

Lo que es bueno, lo que es malo ¿Quién decide eso? Teóricamente lo decidimos todos bajo la máxima “donde termina mi derecho, empieza el de los demás”, en una utopía es claramente un enunciado definitivo, en la terrible realidad, unos abusamos de otros constantemente y de muchas formas, basta ver cómo maneja un mexicano para darse cuenta de su pobre educación y su nulo interés por quienes lo rodean, abusando así, del derecho de otros y sobrepasando esa delgada línea en donde termina su derecho.

Parte 1

Óscar se encontraba en su casa, ubicada en la calle de Bravo casi esquina con Nacional, viendo el partido del América con su hijo de ocho años, Ricardo. Había bebido tres de las cuatro cervezas, que irónicamente son conocidas como “familiares” en las hojas de producto de las cerveceras, pero que popularmente se conocen como “cahuamas“.

Empieza el segundo tiempo del partido.

Sólo le quedaba media cahuama y fue entonces que le pidió a Ricardo que fuera por dos cahuamas más a la tienda “Mimí“, que está justo en la esquina de la calle en la que viven.

-Ricky, ve por dos chelas a la mimí ¿Nó? Le dices a tu jefa que te dé dinero.

-Sí pa’, gritas duro si mete gol “el piojo“.

-Hey…

Ricardo salió de la vivienda con los dos envases y la ilusión de que “El Piojo” López metiera ese gol que le daría la victoria definitiva al América sobre su acérrimo rival, llegó a la puerta de la calle y giró a su izquierda, en la esquina, la tienda de abarrotes “Mimí” estaba cerrada.

-Ta’ cerrado pa’.

-No manches.

-Sí, está cerrado.

Óscar pensó en ir a la tienda de “La Güerita” ubicada en Lecumberri a pocas calles de su casa, pero ya se sentía mareado por la cerveza que había tomado, no podía decidir entre si ir rápido a la tienda de la güerita en su motoneta o tardarse más e ir caminando, si iba caminando se perdería gran parte del segundo tiempo, pero quería seguir tomando.

-Ve con la güerita ¿No?

-Paaaa’ se va a acabar el juego y no voy a ver el gol de “el piojo” ¿Por qué no vamos en la moto?

-Es que si me agarran manejando así, me van a quitar la moto o me van a bajar una feria, y ahí en ferrocarril, siempre hay patrulla, vamos a hacer una cosa, ve con la güera y te compras unas papas o lo que quieras para ti.

-¡Sale!

El niño más entusiasmado por las papas que por otra cosa, sale corriendo rumbo a Lecumberri, Óscar sabía que no se podía negar a ir si lo dejaba comprarse algo, Ricardo siempre caía en ese truco.




Caminó hasta Lecumberri sobre su misma calle y ahí dio vuelta ala izquierda, cruzó Ferrocarril de Cintura y llego con la güerita.

-Hola güerita, me da dos cahuamas por favor.

-Ricky, ya sabe tu papá que no puedo venderle alcohol a menores.

-Ándele güerita, no sea mala, es que mi papá está viendo el juego y no vinimos en la moto porque dice que ya se siente borracho y no quiso manejar así.

-Ay Ricky, sólo por esta vez.

Lo dijo con una sonrisa en la que se adivinaba que no sería sólo por esa vez, Ricardo pagó y salió de la tienda con las dos cahuamas de su papá, decidió regresar por la misma ruta que había tomado, porque en Ferrocarril, ya para llegar a su casa, había un basurero, en el que siempre había perros callejeros husmeando y siempre le ladraban.

Ricardo estaba cruzando Ferrocarril de Cintura, cuando escuchó un chirriante y ensordecedor sonido, luego sintió un golpe…

Parte 2

Omar se encontraba en casa de sus suegros, en Alarcón 37, casi esquina con Ferrocarril de Cintura, ya del lado de la Candelaria, su hijo de siete años, Jhonatan, estaba todo emocionado porque justo al finalizar el primer tiempo, el Cruz Azul anotó el gol del empate.

-Vas a ver que ahora sí les ganamos, pa’.

-Sí, y aposté doscientos con tu tía Esme, si ganamos, mañana te llevo al McDonalds.

-¡Síiiiii!

Abelardo, el suegro de Omar, llegó con dos cervezas en la mano, eran las últimas dos del cartón de veinticuatro que habían comprado para ver el juego.

-Toma, Omar, y chiquitéala porque ya no hay más.

-¿Qué pasó don Abe, a poco ya nos las chingamos?

-Sí, ya solo quedaron éstas dos tuve qué pelear con tu mujer por ellas, sólo me quería dar una.

Omar se levantó del sillón y se dirigió a la cocina, ahí estaba Ana, su esposa y la madre de ésta, Marcela, las vio muy contentas platicando, cada una con una cerveza a medias y comiendo carne tártara con galletas, que a Don Abelardo y a él, no les gustaba.

-Qué onda chaparra ¿a poco ya no hay chelas?

-No, es que mi mamá y yo también estamos tomando.

-Ah, entonces deja voy rápido con la güera y compro otro cartón, cuando termine el juego nos quedamos otro rato con tus papás ¿o no señora?

-Sí hijo, namas’ espérate a que nos terminemos éstas para que te lo lleves completo.

-Sí señora, también don Abe y yo tenemos unas llenas.

Empieza el segundo tiempo del partido.

Casi al empezar el segundo tiempo, la señora Marcela puso los dos envases vacíos en el cartón y notó que faltaban dos.

-Ya está lleno, Omar, sólo faltan las de Abe y tú.

-Sí señora.

Omar le dio un largo trago a su cerveza y se la terminó, don Abelardo todavía tenía poco menos de la mitad. Omar se sentía borracho a pesar de haber tomado lo que consideraba poco, sobre todo para su estándar.

-A ver Omar, presta tu envase, voy por el otro.

-No, don Abe, yo voy ahorita en el carro, de volada.

-No, hijo, ahorita voy con Jhony, él me ayuda a cargar ¿Verdad hijo?

-Sí abuelo.

Omar no quería que su hijo saliera con Abelardo porque el señor no podía caminar bien, le daba miedo que los pudieran atropellar o algo, en pocas palabras, se le hizo imprudente que el niño de siete años, saliera con el abuelo y regresaran con un cartón de veinticuatro cervezas lleno.

-Preste don Abe, siéntese, ahorita vengo, voy de volada ¿Qué quieres que te traiga Jhony?

-Unas papas adobadas.

-Sale.

-De las de bolsa roja

-Sí hijo.

-De las de bolsa roja sola ¿Eh? No de bolsa roja con amarillo, porque esos son churritos, no papas adobadas.

-Sí hijo, ya sé cuáles son las papas adobadas.

-Bueeeno.

Omar arrancó el carro y al bajar la vista al tablero, sintió un mareo, cerró los ojos con fuerza, metió la primera velocidad y arrancó, estaba ebrio pero no quiso poner en riesgo a su hijo y su suegro, mejor iba él en el auto y así alcanzaría a ver el segundo tiempo del juego casi completo y con cerveza en abundancia.




Siguió derecho por Alarcón, dobló en Ferrocarril a la izquierda y se dirigió a la tienda de la güera, Ferrocarril de Cintura parecía una pista de aterrizaje, de Alarcón a Nacozari no vio ni una persona en la calle, ya estaba dudando de que estuviera abierta la tienda de la Güera y pensó que ojalá no tuviera que ir hasta el Chedrahui de “El Ánfora”.

Fue medio segundo de descuido, bajó la vista al piso del asiento del copiloto, para ver si el cartón estaba cerrado, cuando levantó la vista vio horrorizado a un niño con algo en las manos a pocos metros de distancia, pisó el freno hasta el fondo pero nada pudo hacer…

Conclusión

Ricardo perdió la vida un domingo cualquiera, en el que dos ‘conscientes’ personas, por razones similares, cometieron graves errores, Óscar no volvió a beber alcohol jamás, le recordaba a su hijo Ricardo y se odiaba con tal intensidad, que prefería no beber porque seguramente terminaría cometiendo una imprudencia.

Omar estuvo casi tres años en prisión, acusado de homicidio imprudencial con la agravante de manejar en estado de ebriedad, razón por la cual, no alcanzó fianza, siempre decía llorando, que no podía olvidar la cara de espanto de aquél niño, justo antes de ser impactado por su auto, Omar, al contrario que Óscar, bebía constantemente hasta perder el conocimiento, Ana terminó por abandonarlo y llevarse a Jhonatan, porque Omar ya no era apto para ser padre, estaba roto por dentro.

Es difícil saber, quién actuó bien o mal, algunos pensarán que Óscar debió acompañar a Ricardo, otros pensarán que Omar debió dejar a Don Abelardo ir con su nieto a la tienda, la mayoría pensará que ambos actuaron mal, pero muy pocos pensarán ¿Qué habría hecho yo? Porque es muy fácil juzgar a los dos y ser moralista cuando la historia la vivieron otras personas, lo difícil es tomar la decisión correcta en el momento preciso y si algo sale mal, afrontar las consecuencias, que ésta historia no se repita nunca, no juzguemos a Óscar ni a Omar, porque en el momento actuaron de acuerdo a lo que creyeron, era lo correcto, y eso, lo hacemos todos ¿Estás tan seguro de que a ti no te puede pasar lo mismo?.

Pepe Sosa.

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